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Conoce al conocedor y a lo conocido.

Cuando miras una flor, sabes que es una rosa. La rosa está allí y tú estás en tu interior. Algo de ti llega a la rosa, algo de ti es proyectado a la rosa. Alguna energía sale de ti y llega a la rosa, aprecia su forma, color , olor y regresa y te informa que es una rosa.

Todo conocimiento, lo que sabes, se revela por la facultad de conocer. Conocer es tu facultad. El conocimiento se acumula a través de esta facultad. Pero el conocer revela dos cosas: a lo conocido y al conocedor. Si (re)conoces una rosa, tu (re)conocimiento es a medias si olvidas al conocedor que la está (re)conociendo. Por tanto, hay tres cosas cuando se (re)conoce una rosa: la rosa, lo conocido; y el conocedor, tú; y la relación entre los dos: el conocimiento.

Por tanto, el conocimiento puede ser dividido en tres puntos: el conocedor, lo conocido y el (acto de)conocer. El (acto de) conocer es como un puente entre dos puntos: el sujeto y el objeto. Ordinariamente te revela sólo lo conocido; el conocedor permanece no revelado. Ordinariamente tu conocimiento es unidireccional : se dirige a la rosa pero nunca se dirige hacia ti mismo. A menos que empieces a dirigirlo hacia ti, ese conocimiento te permitirá saber del mundo pero no te permitirá saber de ti mismo.

Todas las técnicas de meditación son para revelar al conocedor. George Gurdjieff utilizó una técnica particular precisamente como ésta. La llamó recordarse a sí mismo. Dijo que cada vez que estés conociendo algo, recuerdes siempre al conocedor. No te olvides de él en el objeto. Recuerda al sujeto.

Entonces ocurre un milagro: si estás consciente de ambos, lo conocido y el conocedor, te conviertes súbitamente en el tercero: no eres ni lo uno ni lo otro. Solo por hacer el esfuerzo de estar atento a los dos, lo conocido y el conocedor, llegas a ser lo tercero, llegas a ser un testigo. Una tercera posibilidad surge inmediatamente: un ser- testigo se conforma, porque, ¿cómo puedes conocer ambos?. Si eres el conocedor, permaneces fijo en un punto. Cuando te recuerdas a ti mismo, te mueves del punto fijo del conocedor. Entonces el conocedor es tu mente y lo conocido es el mundo, y tu llegas a ser un tercer punto, una conciencia, un ser-testigo.

Este tercer punto no puede ser trascendido, y lo que no puede ser trascendido es lo supremo.

Osho: Tomado de El Libro de los Secretos


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Estoy aquí para seducirte en amor por la vida; para ayudarte a ser un poco más poético; para ayudarte a morir en lo mundano y en lo ordinario, para que de esa forma lo extraordinario estalle en tu vida.
" Pág: 133 libro" El arte de Morir, Osho

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